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Un
estado maravilloso.
Aunque encerrado durante años
en este mundo de polvo,
no me esfuerzo ni me preocupo;
lo dejo todo al plan de la naturaleza.
La vida acontece
porque nuestros padres decidieron unirse
y el resto de ella sigue luego
el curso natural de las cosas.
Nuestra forma humana esconde
una joya preciosa dentro;
los elementos del hombre, aunque bastos,
encarnan un espíritu puro.
Cuando los campos de moras
(1)
se transforman
en Ser que existe por sí mismo,
entonces el mundano se convierte
en sabio que trasciende el mundo.
Es ridículo que la gente pregunte
dónde puede estar mi casa.
Con mi bastón mágico coronado por una nube
Yo quito del cielo (2)
las nubes mañaneras.
La “luz interior” que el meditante
contempla brillando de entre los ojos
no es palabra vana;(3)
pero no sería bueno jactarse
de que ha brotado mi “flor dorada”.
(4)
Un cayado de tres pies
es mi aparejo en el mundo.
Un jarro de vino doncel
satisface mi indigencia.
Vuelo montado en un dragón
a las Islas de los Bienaventurados.
En aquel reino maravilloso,
cuando la noche se desvanece,
¡puede verse a los inmortales
jugando con aros alrededor de la luna!
1. Término alquímico para designar a la matriz-espíritu.
2. No tengo hogar, pero uso el cielo de pabellón dondequiera que estoy.
3. La «Luz interior que brilla entre los ojos» es una referencia yóguica al
«portal misterioso», espacio situado detrás del punto medio entre los ojos,
del cual emana un esplendor interior durante la meditación.
4. "Ha brotado mi flor dorada" significa que he conseguido el Tao.
Comentario.
Los poetas chinos, como muy bien saben los estudiosos del Ch'an (Zen) son
aficionados a comparar la mente del sabio con un espejo que refleja el
espectáculo que pasa, pero sin recibir la más pequeña mancha, sean cuales
sean los males u horrores que se han representado. Al contrario de los
deseos que sienten los seres humanos no iluminados por lo que se ve y se
ama, estos reflejos no persisten.
Los taoístas gustan también de comparar a las personas que han conseguido un
alto nivel espiritual con las nubes flotantes, hermosos fenómenos que son
pero que no se esfuerzan por ser. La finísima ligereza de una ociosa nube de
verano sugiere la sensación de carencia de peso que caracteriza a los
inmortales, sensación que nace de la absoluta inmunidad a ansiedades y
preocupaciones.
Los poemas de quietud suelen constar sólo de veinte a veintiocho sílabas en
el original. Esta forma poética es ideal para apresar con unos pocos trazos
maestros una sensación o efecto momentáneo, un singular latido de
sentimiento. Para comunicar la esencia de la doctrina, se requieren poemas
más largos. Uno de éstos es que acabamos de presentar “Leyes de la
Naturaleza” de Lü Yen. En chino, este poema posee un poderoso sabor de
alquimia, gran parte del cual se pierde necesariamente en la traducción. Por
ejemplo, el original de “La vida acontece porque nuestros padres decidieron
unirse”, traducido literalmente sería: «La extremidad de la vida está en un
trípode de yin-yang”; nuestra expresión “el curso natural de las cosas” es
una paráfrasis de “las rotaciones del sol y la luna”; “nuestra forma humana”
está en lugar de “la vitalidad de los ocho trigramas” (alusión a los
trigramas del Libro de las mutaciones); y “elementos del hombre” traduce
aproximadamente lo que en el original sería “esplendor de las cinco
actividades”.
Con todo gusto hubiésemos querido mantener este lenguaje de alquimia tan
típico del taoísmo, pero el resultado hubiese sido con toda seguridad
incomprensible. Tal como queda, nos sentimos algo orgullosos por haber
conseguido traducir las ciento veinte sílabas del original en poco más del
doble, sin perder —esperamos— mucho de su sentido.
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