ENSEÑAR Y APRENDER.
REFLEXIONES
Reflexionar es saber utilizar la capacidad de comprensión, de juicio,
valoración y razonamiento. Es lo que diferencia a quien quiere ser
plenamente “persona” de quien se limita a ser “gente”. La reflexión y la
constancia son el pilar y fundamento donde se asientan los demás valores
humanos. La grandeza humana no está en los actos, sino en la manera
reflexiva de realizarlos, sin la cual el amor no los ennoblece. Vivir sin
pensar es abdicar de la racionalidad con la que Dios ha querido
diferenciarnos del animal.
En
un mundo lastrado de superficialidad y altamente hedonista y erotizado, la
tarea educativa, llamada a fomentar la unidad interior en la persona, ha
de fomentar de manera prioritaria la capacidad de reflexión y
discernimiento.
Entre el arte de enseñar y el arte de aprender existe una gran diferencia,
no obstante hallarse ambos íntimamente vinculados. Por lo general, el que
comienza a aprender lo hace sin saber por qué; piensa que es por
necesidad, por una exigencia de su temperamento, por un deseo o por muchas
otras cosas, a las cuales suele atribuir ese porqué. Mas cuando ya empieza
a vincularse a aquello que aprende, se va despertando en él el interés, al
par que se reaniman las fibras dormidas del alma, que comienza a buscar,
los estímulos que han de crear la capacidad de aprender, de crecer.
Para que enseñar se convierta en arte, se necesita un artista, una persona
que posea la capacidad de producir obras originales.
Arte, del latín “ars”, es el concepto que engloba las creaciones
realizadas por el ser humano. Para que enseñar sea arte, se necesita una
persona que pueda generar una sacudida en los alumnos y lograr una
vibración de talentos, actitudes, conocimiento, habilidades y destrezas,
emplear un sinnúmero de recursos para que adquieran el arte de expresar
ideas, emociones, percepciones y sensaciones. El enseñante comprende que
enseñar, es el arte de ayudar a descubrir.
Enseñar también es el arte de combinar la teoría con la práctica, porque
se aprende mediante esta última y la experiencia. El aprendizaje se
produce cuando se experimenta. Cita un proverbio chino “Dime algo y lo
olvidaré, enséñame algo y lo recordaré. Hazme partícipe de algo y entonces
aprenderé”. Ese artista de la educación llamado maestro, afecta la
eternidad, porque nadie puede decir dónde termina su influencia. Bob
Talbert, citado en una página de Internet, que hace referencia a los que
enseñan matemática, indicó que enseñar a contar es bueno, pero enseñar lo
que realmente cuenta es mejor. "La educación es al alma, lo que la
escultura es a un bloque de mármol". Un maestro que tiene el arte de
enseñar, despierta y desarrolla en el alumno el arte de aprender.
REFLEXIÓN
Poco se conoce sobre la vida del filósofo chino Confucio: se cree que
vivió entre 551-479 A.C. De sus obras conocidas, algunas son atribuidas
directamente a él, otras fueron compiladas por sus discípulos. En uno de
estos textos, "Conversaciones familiares", existe un interesante diálogo
respecto al aprendizaje:
Confucio se sentó para descansar, y pronto los alumnos empezaron a hacerle
preguntas. Aquel día el Maestro estaba bien dispuesto, y decidió
responder.
-Usted consigue explicar muy bien todo lo que siente. ¿Por qué no va hasta
el Emperador y habla con él?
-El
Emperador también hace bellos discursos -dijo Confucio. -Y los bellos
discursos son apenas una cuestión de técnica; ellos no traen consigo la
Virtud.
-Entonces, envíele su libro de poemas.
-Los trescientos poemas allí escritos pueden ser resumidos en una sola
frase: "piensa correctamente". Este es el secreto.
-¿Qué es pensar correctamente?
-Es
saber usar la mente, la disciplina, el corazón y la emoción. Cuando se
desea una cosa, la vida nos guiará hacia ella, mas por caminos
inesperados. Muchas veces nos dejamos confundir porque estos caminos nos
sorprenden, y entonces creemos que estamos yendo en la dirección
equivocada. Por eso yo dije: déjate llevar por la emoción, pero mantén la
disciplina de seguir adelante.
-¿Y
usted hace eso?
-A
los quince años, comencé a aprender. A los treinta, pasé a tener la
certeza de lo que deseaba. A los cuarenta, las dudas retornaron. A los
cincuenta años, descubrí que el Cielo tiene un proyecto para mí y para
cada hombre sobre la faz de la Tierra. A los sesenta, comprendí este
proyecto y encontré la tranquilidad para seguirlo. Ahora, a los setenta
años, puedo escuchar mi corazón sin que él me haga salir del camino.
Entonces, ¿qué es lo que le hace diferente de los otros hombres que
también aceptan la voluntad del Cielo?
-Yo
procuro dividirla con vosotros. Y quien consigue discutir una verdad
antigua con una generación nueva debe usar su capacidad de enseñar. Esta
es mi única cualidad: ser un buen profesor.
-¿Qué es un buen profesor?
-El
que examina todo lo que enseña. Las ideas antiguas no pueden esclavizar al
hombre porque ellas se adaptan y adquieren nuevas formas. Entonces,
tomemos la riqueza filosófica del pasado sin olvidar los desafíos que el
mundo presente nos propone.
-¿Qué es un buen alumno?
-Aquel que escucha lo que yo le digo, pero adapta mis enseñanzas a su vida
y nunca las sigue al pie de la letra. Aquel que no busca un empleo, sino
un trabajo que lo dignifica. Aquel que no busca ser notado, sino hacer
algo notable.
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