|
La enseñanza de la espiritualidad.
El objetivo de la enseñanza debe ser el aprendizaje espiritual, el aprender
a ser consciente y obrar adecuadamente. Y todas las diferentes asignaturas
tienen que servir a este propósito. Se debe lograr que todas las escuelas, y
también las diferentes partes que componen cada escuela, trabajen como una
unidad en este sentido, y debe existir en todos el sentimiento que todos
estamos trabajando con el mismo fin.
Los estudiantes tienen que saber muy bien de qué estamos
hablando. Tendremos a los estudiantes durante un tiempo, en el que podemos
hacer que en ellos ocurra una sacudida, los maduremos y preparemos. Las
escuelas existen para madurar a los estudiantes, pero en realidad no lo
hacen.
Enseñar las materias “normales” es esencial, pero también
podemos transmitirles a los estudiantes la enseñanza de la espiritualidad a
través de las diversas asignaturas que deben cursar.
Es necesario transmitirle al estudiante lo que implica la
responsabilidad, la ausencia de autoridad, la conciencia de que tienen la
capacidad para investigarse a sí mismo y, por lo tanto, investigar el mundo,
de forma impersonal y de manera que impulse a obrar adecuadamente.
Es muy importante establecer una buena relación con el
estudiante. Normalmente el profesor suele saber más que el estudiante. Pero
si el profesor ejerce la autoridad en el sentido de creer que como ser
humano es mucho mejor que el estudiante, si se coloca a sí mismo en un
pedestal y trata a los estudiantes como si estuvieran por debajo, entonces
se pierde la relación necesaria. Inmersos dentro de esa relación
inapropiada, es muy difícil que el profesor haga ver algo al estudiante.
Lo primero que hay que aprender es a bajarse del pedestal
y establecer una relación de aprendizaje mutuo. El profesor también tiene
que tener mucho cuidado de no formar un grupo alrededor suyo, lo que
constituiría una nueva forma de jerarquía.
Se debe enseñar a vivir espiritualmente, a ser
inteligente y vivir en libertad. Por eso, a parte de tener espacios de
tiempo para trabajar estos temas en concreto, se deben relacionar las demás
asignaturas con la espiritualidad, e intentar introducir apropiadamente sus
diversos aspectos tanto al inicio de las sesiones como durante su
transcurso.
No es cuestión de conseguir que el estudiante sea capaz
de repetir las palabras, pues eso sería una estupidez. Existe una diferencia
insalvable entre saber lo que dice la espiritualidad y vivir
espiritualmente. Hay que hablar en clase, hay que cuestionar, criticar e
investigar juntos los temas que conciernen a la espiritualidad –que son
tantos como la vida misma. Y al reflexionar sobre ella, aprenden tanto el
profesor como los estudiantes, por lo que a ambos les afecta su vida. Todos
tenemos algo que aprender sobre la vida espiritual.
No nos debemos quedar en la ramas, sino ir siempre hacia
la raíz. Existen raíces ocultas que debemos sacar a la luz. Algunos, quizás
sean tan jóvenes que no sean capaces de hacerlo, pero si plantamos la
semilla en ellos, ésta dará sus frutos.
Nos encontramos en el mundo de la enseñanza no sólo para
enseñar o aprender, sino también para desprendernos del interés propio. Y
esto también significa carecer de motivos. Vivir sin motivo significa una
enorme claridad interior.
El profesor debe reflexionar de como trata con el
estudiante, de modo que su obrar sin autoridad no signifique desorden, no
signifique que cada cual haga lo que le plazca. Porque todos vivimos en una
comunidad y somos responsables de su totalidad. Ausencia de “autoridad”
significa que no existe la autoridad de un ideal establecido por el que se
trabaje, o que una persona represente ese ideal y que, en consecuencia, se
convierta en la autoridad.
El profesor debe carecer de ideales y no implantarlos con
su enseñanza, pues si no fuera así desarrollaría una forma autoritaria de
vivir. Tampoco es cuestión de decirle a nadie lo que debe y no debe hacer,
ni al profesor ni al estudiante. En realidad, lo esencial no son los
aspectos externos del ser humano ni sus acciones. En este aspecto, lo
verdaderamente importante es comprender las causas y motivos por los que
obra.
Es necesario que no nos formemos hábitos. Si el ser
humano comprende por qué ha creado hábitos y cómo eso afecta al cerebro
-cómo lo limita, lo condiciona, lo daña, lo empequeñece, lo vuelve corto de
miras, mezquino, etc.-, si podemos transmitírselo al estudiante y después
relacionarlo con sus actos, entonces él puede captarlo de inmediato.
Esto requiere sensibilidad, por eso es necesario un
trabajo determinado de higiene para permitir que surja la sensibilidad en la
persona que llega a nosotros después de haber comido carne, fumado y toda la
porquería que ha acumulado.
En los problemas que surgen con los estudiantes no
debemos acometer la forma exterior, sino tratar algo mucho más importante
que eso. Podemos ayudarle a comprender lo que es la sensibilidad y, por lo
tanto, evitar la formación de hábitos. Entonces, cuando reflexionemos entre
todos acerca de los problemas concretos, él mismo lo verá de inmediato. Es
esencial comprender el mecanismo formador de hábitos. Si el estudiante
pudiera cambiarlo, de forma que nunca se forme hábitos, eso indicaría que es
altamente sensible, que está atento, alerta, que es consciente de los demás
y de sí mismo.
Permitiendo que el estudiante aprenda a vivir
espiritualmente se le ofrece algo que es de la mayor importancia, que es el
estar despierto. En vez de ordenarles “no hagas esto, haz aquello”, es más
apropiado decir “despierta”. Luego, en ese estado de alerta le hablamos del
problema en concreto. Así captará con rapidez. Si el profesor pudiera ayudar
a aprender al estudiante lo que significa estar atento, si ambos aprendieran
juntos a prestarle atención a todo, entonces, mientras se está aprendiendo,
se pueden abordar todos los problemas y cuestiones.
Cuando se aborda el tema de la autoridad se acomete algo
fundamental. “Sin autoridad” significa la no autoridad de cualquier hábito.
Soy cristiano, eso es un hábito; soy norteamericano; soy judío; soy hindú;
todo eso no es más que un hábito. De modo que si se acaba con la autoridad
del hábito se acaba prácticamente con todo lo que el ser humano ha creado.
Hábito, ego, verbalización, etc. Si no hay autoridad, si
juntos intentamos comprender qué es la libertad, en la que no existe la
menor autoridad y por lo tanto no hay presión, no hay influencia, eso es
inmenso, e implica muchas cosas más. De ese modo, la mente no está nunca
influenciada y lleva en sí una semilla que germina. Todo esto debe aprender
el estudiante, y por todo esto debe trabajar la comunidad.
Juntos debemos aprender a tener un cerebro, a tener una
mente que no sea esclava de cosa alguna, esclava de las palabras, de una
idea, de nada, y por lo tanto realmente libre. Hay que transmitirle al
estudiante que lo que más nos interesa es la libertad absoluta. Y esto es lo
más importante, la libertad.
No se debe intentar influir en nadie, pues la influencia
es algo así como una droga. Cada uno debe ver eso por sí mismo, aunque
también puede verse juntos. Pero no que unos lo vean y otros no, y por lo
tanto, cuando unos lo vean influir sobre los que no lo ven y decirles lo que
deben hacer, sino percibir juntos lo que es.
Cuando percibimos juntos la realidad, cuando juntos
aprendamos a verla, en el acto mismo de aprender a verla, se transmite el
conocimiento al estudiante. Pero para ver hace falta pasión, y la única
manera de transmitir algo estar apasionado con ello. Juntos debemos ver la
realidad, la verdad. Verla sin autoridad, no sólo superficialmente, sino en
profundidad. Tenemos que hacerlo sin influir, sin ejercer ninguna presión,
sino reconociendo que debe haber orden. Juntos debemos ver la realidad y
apasionarnos con ello.
Todos juntos crearemos algo completamente diferente. Y
donde nos encontremos será un lugar diferente en el que todos estaremos
aprendiendo. Cualquier observador encontrará algo impresionante, que somos
honestos y que, realmente, estamos aprendiendo. Esta es la clave del asunto.
Estamos aquí para aprender unos de los otros, de los libros, de los
estudiantes y de absolutamente todo.
Debemos reflexionar sobre la manera como proceder y
preparar nuestra intervención, pues es posible transformar a un ser humano,
no en un largo período de tiempo, sino muy rápidamente. Los estudiantes
vienen a la escuela tan condicionados como uno mismo, y no se deben tener
frases hechas para alardear y tomar determinadas posturas. Sencillamente se
debe estar real, profunda y apasionadamente interesado en todo esto, hablar
con ellos, señalarles las cosas y explorar juntos las posibilidades.
El ser humano sufre y se desintegra, tiene miedo, sufre,
vive en el caos, etc. Y uno mismo debe sentir que forma parte de esa
humanidad, que es esa humanidad, con todas sus miserias disputas y terrores.
No sólo se tiene que ser capaz de formularlo con palabras, sino que uno debe
sentirlo. Únicamente de esta forma un puede comunicar estas cosas a las
demás personas y, a través de un trabajo conjunto, sacarlas del sentimiento
de individualidad en el que se encuentran completamente separadas de todos
los demás y que, probablemente, las tiene atrapada.
Sentir que uno es el mundo y que el mundo es uno, y que
todo lo que ocurre a esta humanidad es parte de uno, tiene inmensas
implicaciones, ese sentimiento procede de una inmensa profundidad y
proporciona una extraordinaria vitalidad. Aprender acerca de todo ello
permite que surja el interés por aprender sobre la vida espiritual ¿Cómo no
va a surgir el interés, tanto en uno mismo como en el estudiante, si se ve
con claridad la situación de la humanidad y de la Tierra, en tanto que son
verdaderas partes de uno mismo?
Es muy importante señalar las mentiras que se inculcan a
las personas en esta sociedad corrupta, en este mundo corrupto, y que los
separan, como pueden ser las divisiones nacionales, geográficas, religiosas
y psicológicas, que en definitiva no son más que creencias e ideales.
Mostrarlas de forma que se vean, no sólo con la mente, sino con toda la
conciencia, y que este ver sea un sentir vivo en los estudiantes que
participan de la reflexión. Así, igual que cuando se ve percibe algo
peligroso no se toca, como por ejemplo un cable de alta tensión, cuando una
persona comprende realmente la dimensión que tienen estos asuntos, se acaban
para siempre, pues no caerá en ellos más. Y esto es acción instantánea, eso
es transformación.
Debemos trabajar para librarnos de la violencia. En
liberarse de la violencia está el florecimiento de la inteligencia. Y
queremos que las personas a quienes formamos tengan eso. Las asignaturas
académicas son muy importantes, pero aparte de enseñar matemáticas y todo lo
demás, nuestra mayor responsabilidad es enseñar a vivir espiritualmente y
que surja la inteligencia en los estudiantes.
Tenemos que sentirnos interesados y responsables para
intentar comprender que el mundo es uno mismo, y uno es el mundo, y que uno
de los factores de este mundo monstruoso es la violencia, la violencia
psicológica, la cual genera violencia externa. Todos estamos medidos en esto
y debemos comprender la necesidad de ayudarnos mutuamente, a salir del nivel
superficial de la mente en el que nos encontramos y a liberarnos de la
violencia.
Pero todo el trabajo espiritual debe realizarse sin
ningún motivo egoísta, consciente o inconsciente, sin interés propio. Cuando
tenemos un motivo para ver, ya hay distorsión, y la distorsión impide la
observación. Lo primero que el estudiante debe aprender es a observar, y ver
si observa con o sin prejuicios o motivos. Y todos tenemos prejuicios.
Nuestro principal interés, nuestro principal impulso debe ser ver las cosas
claramente, sin el obstáculo de ningún motivo. En consecuencia, se debe ver
que éste es el peligro, y cuando se ve con claridad el peligro, éste se
acaba.
Lo importante es el despertar de la inteligencia y del
orden. Ésas son dos cosas fundamentales. Inteligencia es ver algo muy
claramente y actuar inmediatamente conforme a esa percepción. Por ejemplo,
ver que uno es codicioso, egoísta o lo que fuere, verlo muy claramente y
terminar con ello de inmediato, en un abrir y cerrar de ojos. Eso es
inteligencia, ver un peligro y actuar según ese peligro. La percepción no
sucede si existen el observador y lo observado, si hay prejuicios, si el
pasado controla la actitud o la actividad en el presente. La inteligencia no
surge si no se es capaz de ver como la palabra-pensamiento-imagen generan
miedo y hábito. La libertad consiste en observarlo todo sin prejuicios, y en
la misma observación está la acción adecuada, la terminación de algo.
Debemos sentir intensamente que los estudiantes deben
transformarse, cambiar psicológicamente de manera radical. Debemos estar
seriamente comprometidos con la transformación de la mente humana, del ser
humano, algo que es absolutamente necesario en esta cultura y en estos
tiempos y transmitirles a ellos nuestra pasión. Ésa tiene que ser nuestra
preocupación principal, nada más, excepto que tienen que estudiar, etc.
Queremos que se apasionen de tal modo que ese fuego arda por el resto de sus
vidas, no sólo por un par de días y que luego desaparezca. Queremos que lo
tengan siempre. Nuestra pasión es asegurarnos de que ellos comprenden esta
necesidad fundamental de transformación.
Queremos que nuestros estudiantes sean inteligentes, no
meramente seres indiferentes. Nuestro ardiente deseo es que sean totalmente
diferentes del resto de los monstruos humanos que están creciendo en el
mundo. Pero nuestro interés primordial, nuestro compromiso, nuestra pasión
es que cuando acaben sus estudios con nosotros sean seres humanos totalmente
diferentes. Este es nuestro principal interés. Ahora bien, siendo ése
nuestro interés, tenemos que transmitírselo a ellos, de modo que vean su
importancia, que vean la necesidad de que tiene que ser así. Esto es lo
primero que queremos que entiendan. Lo cual significa que queremos que
escuchen lo que estamos diciendo, que verdaderamente escuchen.
Cómo ese es nuestro interés, cada día nos podemos reunir
con ellos para tratar del tema. Podemos reservar cada día algo así como un
cuarto de hora para decirles: “escuchen atentamente, pues debemos descubrir
juntos cómo transformarnos radicalmente”. Y seguir diciéndoles “¿os
interesa? ¿queréis que esto suceda?”. Entonces ellos me preguntarían: “Qué
entiendes por transformación?”. A continuación sostendría un diálogo con
ellos. En ese diálogo, nos mostraríamos unos a otros cómo estamos
condicionados, como aceptamos las cosas, etc. Durante ese cuarto de hora
dedicaremos por completo nuestras energías en conseguir que lo comprenda.
La pasión es amor. Debido a la carencia de amor todo se
vuelve intelectual, verbal, y por lo tanto, el conocimiento erudito no tiene
un efecto realmente profundo. Los estudiantes tienen que sentir que hay
amor, no sólo un poco de afecto, pues eso no basta, sino amor. Le
comunicaremos por qué es nuestra pasión su transformación. Le diremos: “si
observas el mundo, todo lo que está pasando, las cosas espantosas que
ocurren, los fraudes, las mentiras, todo el terror”. Y seguiremos
diciéndole: “Por eso debes cambiar, tienes que ser completamente distinto;
no un ente superior; sólo sé diferente”. –Y entraremos en el tema, le
explicaremos lo que esto implica: “Debes tener amor, tiene que haber amor en
ti”.
No debemos abordar directamente las enseñanzas
espirituales, pues la ocasión para mostrarles las enseñanzas espirituales
debe surgir desde la reflexión conjunta que nos hace ver lo que no debe ser.
La transformación del ser humano es lo importante, no las enseñanzas. Éstas
se pueden ir al diablo. |
|