EL ENAMORAMIENTO. REFLEXIONES
Como dice una inscripción del Museo de
Antropología de México: “Es tanto lo que hay que contar, que no sé por
dónde empezar”. ¡Hablar del amor...! No acabaríamos nunca. ¿Y qué orden
introducir? Se ha dicho y escrito tanto sobre el tema. Todo es acertado
al mismo tiempo y nada es concluyente.
Es verdad que desde hace unos años cada vez
son más los psicólogos y psiquiatras que tienden a admitir el estado de
enamoramiento como un trastorno psicopatológico, comparable a una
enfermedad obsesiva. Por otra parte, muchas personas afirman que es
mejor no enamorarse, porque crea falsas expectativas y nos encamina
hacia la frustración. Mejor, aseguran, el sexo sin romances, o el amor
sin apasionamiento. Desengañadas, quizás, dicen preferirlos al peligroso
combinado de atracción e ilusión que es el enamoramiento.
Enamorarse es considerado por algunos
expertos como un DOC: desorden obsesivo-compulsivo hacia cierto objeto,
el amado o amada. La experiencia dice también que los enamorados son
fans el uno del otro. Hacia este “rapto” transitorio que es el amor de
los enamorados hay muchas referencias, “Imbecibilidad transitoria”,
según Ortega y Gasset. Lo que no es exclusivo de los jóvenes.
En general, contra miles de historias que
nos hablan de la maravilla de enamorarse, existen otras, aún más
numerosas desde el cine y la discografía, que nos cuentan las desgracias
que acarrea. Los científicos recuerdan. Es un estado de intensidad
emocional que sólo dura de seis meses a dos años. Se trata de una
explosión neuronal seguida de una tempestad inesperada de feniletilamina
y otras sustancias euforizantes. Hasta que termina.
Pero eso no habla en su contra. En primer
lugar, enamorarse es una emoción que nos dispone al agrupamiento y la
reproducción. Es productivo y reproductivo. En segundo lugar, no todos
los enamoramientos acaban mal. La mayoría son compatibles con la razón y
dan paso a un amor más o menos duradero. Ya no nos tiemblan las piernas,
ni se ensanchan las pupilas, ni nos late más deprisa el corazón o se
tensa el estómago cuando ponemos la mano sobre la rodilla del otro, pero
nos duele su rodilla cuando le duele. Amar es desear el bien del amado,
y una entrada humanamente deseada y deseable a esta forma superior del
amor que es el enamoramiento. Luego se verá que el amour fou no es el de
los enamorados, sino el de los que se aman toda la vida contra viento y
marea. No hay que mitificar ni aborrecer, pues, el enamoramiento, que es
una emoción más normal y previsible que la de este amor extraordinario
de los que se quieren de verdad, es decir, sin necesidad de apoyarse en
el atractivo físico o en un estado de fragilidad emocional o
psíquico momentáneo. Además, porque ciertos
enamoramientos sean compulsivos y nos hagan perder el mundo y la razón
de vista, y hasta a nosotros mismos, no hay que condenar por ello el
enamorarse. Es como pensar que sin el olfato evitaríamos los malos
olores. Pero, ¿y los buenas que nos habríamos perdido?
Sólo el enamoramiento que anula a las
personas y su raciocinio es una enfermedad. Pero a pesar de eso, muchos
desearían contraerla otra vez. El conocimiento en este caso no puede con
Cupido.