Llegados hasta aquí, y visto si realmente hay en nosotros una parte sincera
de anhelo e interés espiritual, entonces cabe examinar qué orientaciones ha
de tomar de inmediato la vida espiritual, porque ésta puede orientarse en
dos direcciones, en principio distintas, aunque, desde luego, tienden a
completarse entre sí: o bien tiendo a buscar cuál es realmente mi verdad
profunda, mi ser profundo, yo, no el yo/exterior, sino el yo/raíz, el yo que
está en la base de todo cuanto soy y de todo cuanto pueda llegar a ser, o
bien me encamino hacia una aproximación, hacia un acercamiento a esta
Realidad Trascendente, Superior, Absoluta, Dios.
Así pues, podemos decir que hay dos enfoques iniciales:
la realidad vivida como sujeto, Yo; y la realidad vivida de un modo
absoluto: Dios.
Supongamos que la persona se siente en principio, de un
modo natural, más inclinada hacia esa labor de auto-descubrimiento profundo.
Esto solamente puede y debe hacerlo la persona que siente una irresistible
vocación, una llamada interior a descubrirse a sí mismo, a ser él mismo de
veras, a descubrir su verdad, su realidad, pase lo que pase, cueste lo que
cueste y aunque tenga que hundir todas sus ideas, todos sus valores, todo lo
que hasta ahora ha sido su punto de apoyo. Cuando esta exigencia tiene esa
fuerza, entonces la persona no debe ni puede vacilar; se ha de encaminar a
este trabajo interior de realización del Yo.
¿Qué ha de hacer? Simplemente ha de formularse de un modo
directo esta pregunta: ¿Qué soy yo? ¿Qué es ese yo que siento? ¿Qué es ese
yo que está detrás de todas mis acciones, detrás de todos mis estados, que
es el eje, el centro, de toda mi existencia? ¿Yo, qué soy yo?; y tratar de
poner la mente allí donde siente esa resonancia interior, tratar de centrar
la mente donde encuentre esa resonancia, buscando a través de esa
investigación directa, sin razonamientos y sin especulación de ninguna
clase, sólo mediante la simple atención dirigida y sostenida allí donde
surge la vivencia, la resonancia del “yo”.
Esto la persona ha de hacerlo dedicándole ratos
exclusivos, y ha de hacerlo también durante todo el día, porque todo el día
es él quien está haciendo y es él quien se está expresando, y, por lo tanto,
en cada instante tiene una oportunidad para llegar a ese descubrimiento
central de sí misma.
No olvidemos que esa técnica, ese trabajo, como todo
trabajo, solamente podrá producir fruto cuando se convierta en algo
realmente trabajando a conciencia, cuando se haya tomado realmente en serio.
En la medida en que uno lo hace por pura curiosidad, por un afán de algo
nuevo, extraño, por una simple inquietud emotiva, esto no tiene la menor
oportunidad de convertirse en una transformación profunda. Solamente el
anhelo profundo nos conducirá a lo profundo, y únicamente una dedicación
total nos dará una transformación total.
Todo esto hemos de poder hacerlo manteniendo nuestro
ritmo habitual de vida, atendiendo nuestras obligaciones, reaccionando ante
cada situación del modo más correcto y adecuado posible. Pero, al mismo
tiempo, la mente se ha de ensanchar para incluir, junto con los problemas y
las reacciones de la vida diaria, esa constante búsqueda, ese estar
constantemente mirando, tratando de captar, de percibir, de penetrar, de
ser ese yo que está constantemente detrás de toda expresión.
La técnica es bien sencilla en su enunciado. No consiste
nada más que en eso; a medida que la persona se dedica a esto, dedicándose
medias horas o, hasta si es preciso, horas enteras compatibles con sus
obligaciones, irá experimentando unas transformaciones interiores, irá
descubriendo nuevos aspectos y nuevas cosas; y, si persiste, porque la
técnica es la misma desde el comienzo hasta el fin, llegará un momento en
que no tendrá que preguntar a nadie si realmente ha llegado al término de
la búsqueda.
La experiencia es una evidencia plena, la experiencia es
un estado de exaltación, no en el sentido de excitación, sino un estado
sumamente intenso, pleno, central y definitivo de conciencia de ser, una
conciencia luminosa de realidad, de plenitud, de felicidad, de
discernimiento.