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Todos sabemos que si este mundo elige con acierto –es decir: elige
la paz- este mundo se salvará.
También sabemos que las raíces solas no levantan un árbol: hay que
agregarles el abono y el riego. Toda comunidad es un árbol. Es un
árbol que necesita ser abonado con la paz y regado con el diálogo.
Una comunidad sin paz enajena su identidad. Una comunidad sin
tolerancia acaba aniquilando su destino. El respeto por el lugar
donde se nace no puede prescindir del respeto por la vida del
semejante, de todo semejante.
La muerte ha sido siempre, es hoy y será siempre, un acto
irreparable. La regla más elemental de quien ame la paz, es decir,
de quien ame sus raíces y a su propio destino, es saber que la
muerte de un semejante nos Aleja de todo, incluso de nosotros
mismos. De la paz, del diálogo, los fundamentos de la vida, nace
todo futuro. De la violencia, de la muerte, sólo nace más muerte.
La paz es revolucionaria. La paz es el fundamento mismo de la vida,
de la identidad, del destino. Optar por la vida, por ese elemental e
inmortal sentimiento que significa no querer morir, y no querer que
nadie muera, es optar por nuestra tenacidad de amantes, de esposos,
de hijos, de padres, de personas. La paz es algo más que una
necesidad política, la paz es algo más que una necesidad social: es
cosa más visceral y más profunda, es el derecho a no querer entender
jamás la violencia.
Una comunidad que reclame su lugar en el mundo, que reclame su
árbol, necesita la paz, su alimento más venerado, más fraternal y
más alegre. Sentir perpetuamente el amor a la paz es un requisito
esencial a la propia autoestima. Renunciar a la paz es sofocarse en
la vergüenza.
Renunciar al diálogo es negarse a crecer. Renunciar a la tolerancia
es alejarse del destino. En la paz, la discrepancia, cualquier
discrepancia, se convierte en diálogo, y sólo en el diálogo habitan
la identidad y la alegría. En la paz todo es cierto. Una verdad que
recurre a la violencia deja de ser verdad para ser solamente
violencia. La paz consiente, y más aún, estimula la libertad de
todas las ideas, el acuerdo de toda discrepancia, el desarrollo de
todo destino.
Cualquier verdad, cualquiera, que procure imponerse mediante la
violencia, acaba convertida en mentira. El camino de la violencia no
conduce a ningún porvenir, ni configura el propio rostro: solo
conduce al infierno del miedo, de la angustia, de la amargura y de
la ignorancia. Porque no es un lenguaje. La violencia es ruidosa,
pero es sorda, y a todo lo enmudece. La paz es silenciosa, pero
habla y todas sus palabras tienden hacia la eternidad Hoy, en este
mundo torturado, una gota de paz, una sola gota de paz, es la
puerta de la esperanza.
Desde que el mundo es mundo, esa gota de paz nos ha hacho humanos,
duraderos, y nos ha socorrido de esperanza. Y como dijo el poeta:
“Pido la paz y la palabra”.