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Una
conspiración menor
Quizá esta conspiración que vamos a tocar pueda parecer menor si la
comparamos con otras de tipo económico, social o ufológicas que estamos
viviendo, pero queremos exponerla para que se pueda comprobar hasta que
nivel somos controlados y manipulados por los medios de comunicación y por
esa elite del gobierno oculto.
Queremos aclarar, que todos los componentes del proyecto "la página de la
vida" estamos en contra de cualquier tipo de droga, creemos que el ser
humano tiene a su disposición todas las herramientas para ser pleno, sin
que le hagan falta sustancias ajenas a su propio organismo. Pero también
estamos convencidos de que el hombre debe disponer de libre albedrío y que
la única consideración al respecto, sería que: "Tú libertad acaba donde
interfieres en la mía". Hecha esta aclaración, pasaremos a tema en
cuestión.
La marihuana es una de esas cuestiones en que la hipocresía social se
evidencia de una manera más patente; un tema en el que la realidad y la
legalidad caminan por sendas completamente diferentes.
Para
muchos la marihuana es seña de identidad de una generación, para otros no
deja de ser una peligrosa sustancia ilegal. Pero lejos de la extensa
aureola de morbo que despierta la marihuana y sus derivados lo cierto es
que desde antaño el cáñamo ha servido a los seres humanos como materia
prima para multitud de usos. El cannabis esta clasificado por la botánica
dentro de la familia de las canabaceas, dividida en tres especies:
cannabis sativo, indica y ruderalis. Se estima que empezó a utilizarse
hace más de 10.000 años en tierras asiáticas. Culturas como la china,
egipcia, griega o romana usaban sus derivados para la confección de
aceites, papeles, cuerdas y productos médicos para el tratamiento de
enfermedades como el glaucoma.
La ilegalidad en 1937
Durante cientos de años el cultivo del cáñamo fue masivo en todo el mundo.
Estados Unidos en los años treinta era el máximo productor, en un negocio
que movía cientos de miles de dólares al año. Sus utilidades eran muy
variadas, siendo la industria textil la principal benefactora del
producto. Pantalones, camisas y hasta incluso banderas eran confeccionados
gracias a los mantos verdes de cáñamo que se extendían por los campos de
cultivo de Norteamérica
Pero es justamente en estos años cuando se unieron varias razones para
acabar con el cannabis y su cultivo no solamente en EE.UU. sino en todo el
mundo gracias a una gran orquestada campaña de desprestigio.
La intervención del empresario William Randolph Hearst fue decisiva.
Hearst era propietario de la mayor cadena de periódicos y por tanto debía
su imperio a la industria papelera. En aquellos años el papel se producía
a partir del cultivo del cáñamo, el cual precisaba de una serie de gastos
por mano de obra bastante elevados, con lo que se buscó algún tipo de
materia prima más barata y que por lo tanto dejase un mayor beneficio. El
cambio de papel de cáñamo al de madera fue una jugada de intereses
económicos en la Hearst, propietario de grandes serrerías, iba a ser el
gran beneficiario.
Sin embargo, la invención de la descortezadora mecánica creó nuevas
expectativas entre los agricultores, que vieron como la tarea más costosa
y dura del cultivo de cáñamo podría ser abaratada con el consiguiente
aumento de su producción.
El cuarto poder
William Hearst no podía dejar que su imperio periodístico y maderero se
fuera a pique, por lo que ideó una estrategia de contraataque.
El San Francisco Examiner era en aquellos días el periódico estrella del
holding Hearst. Sus editoriales y reportajes moldearon la opinión pública
estadounidense. A través de sus páginas se gestó una de las mayores
conspiraciones de poder llevadas a cabo por el sector privado.
Desde las máquinas de escribir de las redacciones del diario se elaboró
una campaña de desinformación hacia la marihuana de un calibre nunca
alcanzado hasta entonces. En pocos meses la sociedad comenzó a ver en el
cannabis al mismo diablo, el culpable de la delincuencia, la pérdida de
valores y de todos los supuestos males que tenían como base los prejuicios
raciales. Pero solamente con la mala prensa no se erradicaba al enemigo.
Había que desterrar su cultivo para siempre y se necesitaban aliados.
Dupont, la poderosa empresa química a la que pertenecían las patentes de
nylon y el rayón, fibras sintéticas que podrían sustituir al cáñamo, fue
la escogida. Una alianza que fue primordial en este proceso.
El eje Dupont-Hearst funcionó a la perfección gracias a uno de los
contactos que el primero tenía en el congreso, el entonces Director de
Narcóticos estadounidenses, Ansloinger. Los artículos publicados por la
cadena Hearst fueron leídos ante el Congreso. Escritos sensacionalistas en
los que se achacaba a la marihuana todos los males del pueblo de los años
treinta. Haciendo caso omiso a diferentes informes que reivindicaban los
beneficios del cáñamo, se promulgó la Marijuana Tax Act, quedando
penalizado su cultivo y consumo.
Farmacéuticas manos negras
Pero si ya es truculenta la historia de la censura del cáñamo y sus
derivados, se podría calificar de escandaloso el negocio que ha supuesto
para varias empresas farmacéuticas. Este es el caso, por ejemplo, de la
multinacional Eli Lilly, propietaria de patentes sobre diferentes
derivados sintéticos de los principios activos del cannabis y que basa su
negocio, entre otros conocidos medicamentos, en un producto llamado
Darvon. Curiosamente esta empresa fue dirigida desde 1977 a 1979 por
George Bush, encarnizado enemigo de la legalización de la marihuana.
La supuesta mano negra que manejaría los hilos de esta conspiración habría
que buscarla en las más altas esferas, concretamente en la propia
Organización Mundial de la Salud que estaría siendo dirigida
indirectamente por asociaciones y organismos paralelos que influirían
sobre cualquier tipo de resolución y actitud a favor o en contra del
cannabis. El departamento que estudia y se responsabiliza de determinar si
una sustancia debe someterse al control internacional es la Comisión de
Expertos en Drogas Activas. Los responsables de esta organización son
designados por los ministerios de sanidad de cada país de la OMS los
cuales no son elegidos a dedo. Esta comisión de expertos es la culpable de
que se hubiera distorsionado la verdad en varias ocasiones. La última en
1995 cuando la OMS ocultó un informe en el que el cannabis era comparado
con el alcohol y el tabaco. Las conclusiones de dicho informe afirmaban
que estos últimos eran más perjudiciales para la salud que la marihuana.
Diversas filtraciones de la OMS hicieron que este informe viera la luz
pública, destapando las presiones que provenientes del Instituto Nacional
de Abuso de Drogas de las Naciones Unidas habían hecho para no alterar el
concepto que existe en la sociedad actual de la marihuana y así seguir
enriqueciéndose con las patentes. Información ocultada, manipulada y la
existencia de posibles sobornos es lo que se podría deducir de los
responsables de la OMS que han acabado siendo altos cargos de dichas
empresas como son los casos de Hans Halbach, ex director de la Unidad de
Drogodependencia de la OMS y que fue reclutado en la empresa suiza Hoffman
La Roche; el antiguo responsable de la División de Narcóticos de las
Naciones Unidas, Gilbert Yates, nombrado Director de las Industrias
Farmacéuticas Británicas o el ex secretario de la Junta Internacional de
Control de Narcóticos que acabó convirtiéndose en un empleado más de la
Asociación Americana de Fabricantes Farmacéuticos.
Un rosario de intereses creados en torno a los miles de millones de
dólares que genera el cáñamo que día a día están viéndose acorralados a
los prestigiosos estudios científicos que se están realizando y que ponen
en duda los argumentos aducidos para su ilegalidad.
En el mes de enero de 1998, el Ministerio de Sanidad francés encargaba a
su secretario Bernard Koucher un exhaustivo informe sobre la peligrosidad
del cannabis. El estudio científico fue dirigido por Bernard Roques y una
comisión de once miembros y siete asesores externos entre los que se
encontraban el Dr. José M. Palacios. Durante cinco meses estudiaron los
diferentes peligros de diferentes drogas debido al aumento de alcohólicos
en Francia.
Los resultados de la investigación llegaban de nuevo a una conclusión ya
conocida: esta sustancia en comparación con otro tipo de drogas como el
tabaco y el alcohol es mucho menos nociva.
No podemos ni queremos valorar si el cannabis debe ser o no legalizado,
pero no podemos dejar de denunciar a la opinión pública los beneficios
económicos que podrían estar acumulando los poderes ocultos que nos
gobiernan.
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