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CONSCIENCIA DE UNO MISMO
La consciencia es la capacidad
que nos permite conectar con el aqu í
y el ahora, hacia fuera y hacia uno mismo. Es conectar más allá de las
fantasías que nos trasladan al pasado o al futuro y están condicionadas por
toda suerte de deseos, aversiones y miedos. La consciencia se desarrolla
practicándola, siendo conscientes, y cuando vive atentamente, el ser humano
aprende a estar más alerta de sí y a vivir de manera más reflexiva,
disolviendo las identificaciones, recuperando el propio centro de
consciencia clara y ecuánime
y obrando entonces adecuadamente.
Es rara la persona que vive
espiritualmente. La mayor ía
de los seres humanos entienden de manera incorrecta la Vida y sufren
desintegración anímica e inmadurez emocional. Esto desencadena tendencias
neuróticas y diversos síntomas desagradables de inseguridad, prepotencia,
ansiedad, depresión
y muchos otros.
Esta inmadurez se debe a
muchas causas, tanto externas
–el entorno, el ambiente
familiar, la educación, etc.- como internas –represión, conflictos
psíquicos, inhibiciones o traumas. El estado de consciencia que se encuentra
medio desarrollada da como resultado ambivalencias que confunden o afligen:
angustia, desorden interior, inclinaciones compulsivas y tendencias
irreflexivas de todo tipo. En este estado de consciencia crepuscular, la
persona se deja dominar y resulta muy afectada por situaciones externas e
internas. Al ser afectada de una manera desmedida las reacciones también son
desorbitadas y, muchas veces, neurasténicas. En este estado es dominada por
aquello que piensa, siente o vive, sin consciencia clara, sin presencia de
sí misma, sin ecuanimidad ni visión cabal. La persona se identifica de tal
modo con sus estados internos o las situaciones externas que pierde parte de
su juicio y se ve alterada por reacciones y aflicciones, que le embotan y le
hacen pasar por los estados mentales y emocionales más dispares e
inestables. En esa situación es bien difícil
obrar adecuadamente.
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