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Cumplir las condiciones.
Las
condiciones señalas son apropiadas para que el discípulo obtenga la
suficiente fuerza para responder también a las exigencias ulteriores que la
enseñanza espiritual tiene que imponerle. Sin haber cumplido estas
condiciones, vacilará ante todo nuevo requisito. Sin ellas, no podría tener
la suficiente confianza en la humanidad. Toda aspiración a la verdad tiene
que cimentarse en la confianza y en el verdadero amor a la humanidad; debe
fundarse
en estas cualidades, si bien no puede emanar de ellas, sino únicamente de la
propia fuerza del alma. Y ese amor hacia lo humano debe ir creciendo hasta
abarcar a todos los seres y a todo cuanto existe. Quien no logre cumplir con
las condiciones señaladas, no podrá sentir todo el amor necesario para
construir y para crear lo que la vida exige, y para renunciar a la
inclinación de destruir y de aniquilar.
El
discípulo debe llegar a ser un ser humano que, no solamente en actos, sino
también en palabras, sentimientos y pensamientos, nunca aniquile por
aniquilar. Todo cuanto nace, crece y se desarrolla, ha de causarle alegría,
y sólo se prestará para aniquilar, cuando también sea capaz de propiciar la
generación de nueva vida, en base y por medio de la aniquilación. Esto no
quiere decir que el discípulo tolere que se extienda el mal, sino que ha de
buscar, incluso en el mal, los aspectos que le permitan transformarlo en
bien. va comprendiendo, cada vez con mayor claridad, que la mejor manera de
combatir el mal y lo imperfecto, es mediante la creación de lo bueno y de lo
perfecto; sabe que de la nada no se puede crear cosa alguna, pero que lo
imperfecto puede transformarse en lo perfecto. El que desarrolle en sí mismo
la inclinación a crear, no tardará en adquirir la facultad de encontrar la
correcta actitud frente al mal.
Quien
se decida por la enseñanza oculta, debe tener presente que ella se propone
construir y no destruir. Por tanto, el discípulo debe aportar la buena
voluntad de llevar a cabo un trabajo sincero y abnegado, y de renunciar a la
crítica y a la destrucción; debe ser capaz de devoción, porque tendrá que
aprender lo que aún no sabe, y mirar con devoción lo que se le revele.
Trabajo y devoción son los sentimientos fundamentales que han de exigirse al
discípulo. Muchos notarán que no progresan en su desarrollo a pesar, según
su opinión, de sus incesantes esfuerzos. esto obedece a que no han captado
en sentido correcto el significado de trabajo y devoción. El trabajo que se
emprenda con miras al éxito será el que menos lo produce, y el estudio que
no se haga con devoción será el que menos conduce al progreso. Sólo el amor
al trabajo, y no el amor al éxito, lleva adelante, y si el discípulo busca
el sano pensar y el certero juicio, no tendrá motivo para menguar su
devoción con dudas y desconfianza.
No
significa dependencia servil en el juicio propio, si a lo que me comunica el
otro respondo, no inmediatamente con mi opinión personal, sino en actitud
serena de devoción y abnegación. Los que han llegado a cierto grado de
conocimiento saben que todo lo deben al tranquilo escuchar, y no a su
obstinado criterio personal. Hay que tener muy presente que no hace falta
aprender lo que ya somos capaces de juzgar. En consecuencia, si únicamente
queremos juzgar, ya no queda lugar para aprender. Pero en la enseñanza
ocultase trata precisamente de aprender, y el discípulo debe estar
enteramente dispuesto a aprender. Si hay algo que no se comprende, más vale
abstenerse de juzgar en vez de condenar, y dejar la comprensión para más
tarde. Cuanto más se ascienda a grados superiores de conocimiento, tanto más
se necesita escuchar con calma y devoción. Todo empeño de conocer la verdad,
todo el vivir y actuar en la esfera del espíritu, se vuelve más sutil y
delicado en comparación con las funciones del intelecto común y las
actividades en el mundo físico. Cuanto más se amplíen las esferas del
hombre, tanto más delicado se torna todo lo que tiene que emprender. Es por
esta razón que la humanidad llegan a "opiniones" y "puntos de vista" tan
diferentes en lo que atañe a los dominios inferiores, cuando en realidad,
hay una sola opinión sobre las verdades superiores. Para formarse esta única
opinión es preciso haberse elevado, por el trabajo y la devoción, a percibir
realmente la verdad. Sólo se llega a una opinión distinta de la única
verdadera si se juzgan las cosas sin la suficiente preparación, según ideas
predilectas, pensamientos habituales, etc. Así como no existe sino una sola
opinión correcta sobre un teorema matemático, asimismo una sóla es la
correcta con respecto a los mundos superiores, si bien se necesita de cierta
preparación antes de "divisarla". Si se tomara esto en cuenta, a nadie
sorprenderían las condiciones de la ciencia oculta. Es absolutamente cierto
que la verdad y la vida superior moran en cada alma humana y que cada uno,
por sí mismo, puede y debe encontrarlas. Pero yacen en lo profundo, y sólo
después de haber removido los obstáculos, es posible extraerlas de sus
profundos sitios. Cómo se logra ésto, sólo puede aconsejarlo el que tiene
experiencia en la ciencia de lo oculto, y tal consejo lo da la ciencia
espiritual. A nadie le obliga a aceptar una verdad; no establece ningún
dogma; sólo indica el sendero. Si bien es cierto que cada uno podría
encontrarlo por sí mismo, aunque quizás sólo después de muchas
encarnaciones. Se consigue abreviarlo mediante la enseñanza oculta. Por
medio de ella, el ser humano alcanza más pronto el punto en que puede
cooperar en los mundos en que se promueven el bienestar y la evolución de la
humanidad, mediante el trabajo espiritual.
Estas
son las indicaciones que, por ahora, quisimos dar sobre la adquisición de
experiencias y de conocimiento en los mundos superiores.

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