La exigencia de la vida.
Todas
estas condiciones deben aunarse en la séptima: considerar la vida
incesantemente en el sentido de lo que las condiciones exigen. Así, el
discípulo crea la posibilidad de dar a su vida un carácter armonioso. Los
distintos aspectos de su vida estarán en armonía, uno con otro, nunca en
discrepancia. Así estará preparado para la quietud que debe alcanzar durante
sus primeros pasos del discipulado.
Así
como no basta con que un cuadro exista en la mente del pintor para que tenga
realidad objetiva, así tampoco puede haber enseñanza oculta sin su aspecto
exterior. Es cierto que lo que importa es el espíritu y no la forma; pero
así como la forma no tiene realidad sin el espíritu, del mismo modo éste
permanecería inactivo si no se creara una forma.
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