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OBRAR
COMPASIVAMENTE. CUARTO PASO
La conducta y la emoción cambian cuando cambian los pensamientos. Si usted
practica la Compasión, probablemente se comportará más compasivamente y
disfrutará con mayor frecuencia de pensamientos compasivos.
Por otra parte, los
pensamientos cambian cuando cambia la conducta. Por ejemplo, a las personas
que padecen fobias no les resulta fácil quitarse de encima sus miedos por
medio de pensamientos; es más probable que se recuperen por completo cuando
se exponen deliberada y repetidamente a la situación temida. Aparentemente,
la programación del cerebro atribuye mayor credibilidad a los actos que a
los pensamientos.
El cambio verdadero y
duradero es difícil de conseguir, incluso para los adultos inteligentes y
muy motivados. La vida real nos desafía de muchas maneras dolorosas,
agotadoras y confusas. Aprender a desear lo que se tiene es más difícil que
la mayoría de los otros cambios que nos pudieran interesar. Cuando usted
desea hacer un cambio verdaderamente difícil, necesita toda la ayuda que
pueda recabar. En la mayoría de los casos, necesita considerar tanto sus
pensamientos como su conducta efectiva; el mejor camino para el éxito
consiste en cambiar ambas cosas de una manera bien pensada, coherente y
paciente.
Si usted se toma en
serio la práctica de la Compasión, tiene mayores probabilidades de éxito si
se comporta compasivamente de manera deliberada, incluso en las ocasiones en
las que no siente ninguna Compasión y ni siquiera está necesariamente
pensando con Compasión. La conducta compasiva a favor de sus parientes, de
otros seres queridos o de personas que pudieran corresponderle algún día no
necesariamente favorece su práctica de la Compasión. En tales casos existe
demasiado campo para el egoísmo disfrazado de Compasión. (Naturalmente usted
también debe tratar compasivamente a estas personas.) La conducta compasiva
que tiene muchas posibilidades de mejorar su reputación de buena persona
también puede ser un egoísmo encubierto. Tenga cuidado con ella.
Podemos concebir dos
tipos de actos compasivos deliberados. Unos podríamos llamarlos actos de
educación de la empatía. Los actos del segundo tipo son de generosidad pura,
y son relativamente difíciles.
Para practicar la
educación de la empatía, intente preparar una lista de las personas hacia
las cuales le resulta especialmente difícil ser compasivo. Ordene los
nombres de menor a mayor dificultad. Empiece por la persona o grupo más
fácil y vaya subiendo hasta la más difícil. Haga un esfuerzo por desarrollar
empatía hacia la persona. Investigue; entérese de más cosas sobre ella. Pase
algún tiempo con ella o con alguien semejante. Mientras pasa algún tiempo
con la persona, aproveche para realizar pequeños actos de amabilidad o de
amistad. Escuche, observe, absorba datos sin realizar juicios de valor
innecesarios. Lo que no pueda descubrir, súplalo con conjeturas prudentes.
¿Con qué temperamento nació, probablemente? ¿Qué estrategias competitivas
aprendió o dejó de aprender de su familia y de sus semejantes? ¿Qué talentos
tiene, y qué talentos le faltan? ¿Ha sufrido dolor, desgracias o
circunstancias afortunadas que puedan haber modificado permanentemente su
carácter? Cuando usted haya comprendido estas cosas, intente imaginarse que
está viviendo la vida de la otra persona: empezando por el nacimiento,
viendo lo que ella vio, sintiendo sus percepciones sensoriales, su imagen
corporal, sus impulsos instintivos, sus relaciones amorosas, sus triunfos y
sus humillaciones; tal como la persona lo vivió, razonando como ella razona,
suponiendo las cosas que ella aprendió a suponer.
Este método exige
cierto tiempo y esfuerzo, tanto más cuantas más personas o grupos figuren en
su lista; pero en realidad no es tan difícil. Al terminar el ejercicio
descubrirá muchas veces que su humanidad común con esa persona le salta a la
vista dolorosamente. Como dice la canción, "Sólo nos separa el azar".
El segundo tipo, más
arduo, de actos compasivos consiste en dedicar tiempo, energía e interés
personal para ayudar o consolar a alguna persona (o grupo) que difícilmente
puedan corresponderle algún día. La caridad monetaria es uno de los
elementos de la Compasión, pero no basta por sí sola para convertirlo a
usted en una persona compasiva. Es demasiado fácil dar dinero sin dejar de
mantener una prudente distancia de las personas que se beneficiarán de su
obsequio. Tampoco en este caso debe usted avergonzarse de empezar por los
casos más sencillos. Por otra parte, si quiere presentarse a sí mismo un
verdadero desafío, compórtese de manera compasiva con una persona a la que
encuentre excepcionalmente detestable. Por ejemplo, si los criminales
violentos lo molestan, busque a alguno que esté en la cárcel y con el que
pueda mantener correspondencia.
¡Precaución! No
permita que la Compasión lo lleve a la ingenuidad. No tome la ingenuidad por
camino a la Compasión. Por experiencia personal, le diré, que muchos presos,
la mayoría quizás, carecen de una conciencia normal. (Por eso no se reduce
la tasa de criminalidad construyendo más cárceles. Nadie adquirió jamás
conciencia en una cárcel.) Los presos son célebres por su capacidad para
manipular, engañar y explotar a los visitantes bienintencionados.
Comprensiblemente, estas características hacen que sea difícil ser
verdaderamente compasivos con ellos. Pero el principio de la Compasión no
deja de regir. Los delincuentes quieren riqueza, nivel social y amor, ni más
ni menos que usted y que yo, por los mismos motivos que nosotros. Se han
especializado en obtener estas cosas por medio del engaño y de la violencia.
Sólo se diferencian de usted y de mí en las estrategias que prefieren.
No quiero sugerirle
que abandone su trabajo y a su familia para cuidar a los enfermos de sida
moribundos, ni que venda su casa y entregue el dinero a los que no tienen
hogar. Pueden existir otras personas que dependen de la presencia de usted o
de la renta que usted les proporciona. Su profesión puede aportar un
servicio socialmente necesario. Por otra parte, existen personas que están
dispuestas y capacitadas para hacer sacrificios extremos en la práctica de
la Compasión. Su práctica de la Compasión puede hacer que usted las admire
más que antes, y si usted quiere sacrificarse también, está bien, siempre
que no haga sufrir por ello a otras personas que dependen de usted.
También puede buscar
ocasiones de comportarse compasivamente de maneras más sistemáticas. Si los
requisitos de la conducta compasiva le parecen obligaciones pesadas, es
mejor dejarlos pasar temporalmente. Siga trabajando con el pensamiento
compasivo hasta que esté seguro de que la conducta compasiva con los demás
mejorará la calidad de su propia vida. Vuelva a intentarlo más tarde con
alguna otra actividad compasiva que sea menos dura, cada uno de nosotros
hemos de encontrar nuestro justo equilibrio para poder llevar a la practica
la Compasión, nuestra Compasión. Cuando vayan desarrollándose los músculos
de su Compasión, se sentirá, más cómodo con actos compasivos que antes lo
habrían dejado resentido.
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