IDENTIFICAR LOS
PENSAMIENTOS NO COMPASIVOS. PRIMER PASO
Empezaremos por las ideas y creencias comunes que no son compasivas de
manera evidente. Cualquiera de las ideas siguientes, con sus muchas
variaciones, y todas las expresiones que transmiten las mismas ideas, son no
compasivas. Cualquiera debería entender que las frases reales que contienen
estas ideas tampoco son compasivas. "No tiene derecho a..." "Debía tener el
sentido común de no..." "¿Quién se ha creído que es?" "No se merece..." "Lo
odio." "No debía haber nacido." "Yo me merezco... mucho más que él." "Merece
sufrir." "Espero que viva para sufrir por lo que ha hecho." "Ojalá se
muera." "Se cree que es muy importante, pero en realidad no es nada." "Es de
lo más bajo que existe." "Lástima del pan que come."
La mayoría de las
condenas genéricas del carácter de una persona, de su ética, de su
inteligencia, de sus intenciones o de su valor social son no compasivas. No
importa que se digan es voz alta o que se callen. Huelga decir que los
planes de venganza o los deseos de venganza también son no compasivos.
Debemos considerar
algunos matices sutiles. La Compasión no nos impide absolutamente valorar la
inteligencia de una persona, su carácter, su atractivo u otras cualidades
personales suyas. Tampoco nos impide comentar estas cosas con los demás. No
obstante, cuando valoremos estas cosas o las comentamos con las demás, la
Compasión nos exige que escojamos con cuidado nuestros pensamientos y
nuestras palabras. Usted no siempre será capaz de impedirse a sí mismo
pensar de manera no compasiva, y algunas veces podrán escapársele palabras
no compasivas antes de haber tenido tiempo de pensar. No obstante, en
general dispone de la posibilidad de callarse los pensamientos no
compasivos. Si los verbaliza deliberadamente, estará debilitando su propia
intención de practicar la Compasión.
Por ejemplo, yo puedo
optar por no votar a un determinado político porque dudo de que comprenda
los problemas del país o porque creo que es demasiado belicista. Estas
creencias son acordes con la Compasión. La Compasión exige, no obstante, que
yo recuerde siempre que cualquier opinión mía puede resultar incorrecta. Yo
deseo tener razón, y deseo que me admiren por tener razón, como lo desea
todo el mundo. No es compasivo por mi parte denigrar el carácter o la
inteligencia de las personas que no concuerdan conmigo.
La Compasión puede
exigirme a veces que defienda a personas a las que no admiro. Si en un
cóctel alguien dice que el vicepresidente es un imbécil, yo podría decir:
"Bueno. No te gustará su política, pero ¿es justo poner en duda su
coeficiente de inteligencia? Al fin y al cabo, aprobó el examen del colegio
de abogados. ¿Cuántas personas tienen la inteligencia suficiente para
licenciarse en Derecho y para ingresar en el colegio de abogados? No sé si
yo sería capaz."
Por otra parte, puedo
llegar a la conclusión de que a una determinada persona le falta
inteligencia, en efecto. Puedo llegar a la conclusión de que cierta persona
que conozco bien podría robar si tiene ocasión, o de que alguien miente con
frecuencia. Quizás no sea necesario compartir con nadie estas conclusiones.
La compasión exige que sólo las comparta cuando sea necesario compartirlas
para proteger a un inocente.
Las relaciones
entre la Compasión y la ira son complicadas. Mucha ira procede del
pensamiento no compasivo. Pero esto no quiere decir que la práctica
adecuada de la Compasión vaya a eliminar por completo la ira; en algunos
casos, esta práctica incluso producirá ira. Si usted practica la Compasión
con gran sinceridad, no se preocupe demasiado si se siente enfadado a
veces. La ira es una emoción natural y espontánea que nos impulsa a veces
a comportarnos de manera no compasiva. Pero no es necesario comportarse de
manera no compasiva por el mero hecho de sentir el deseo momentáneo de
comportarse así. Si la ira lo impulsa a resistirse a una multa de trafico
injusta, a enfrentarse a un matón, a mandar al diablo a su jefe, a
encadenarse a una secoya o a pegar un tiro a un tipo que intenta
secuestrar a su hija, la Compasión no le exige necesariamente que se
contenga. (Hablaremos de esto en otro tema que titularemos "Vivir bien".)
Lo que usted debe evitar es el odio. El odio es lo que surge cuando
alimentamos deliberadamente nuestra propia ira, avivándola deliberadamente
y prolongándola con pensamientos no compasivos. El odio suele producir
actos no compasivos, que a su vez nutren nuevos odios. La práctica
adecuada de la Compasión reducirá al mínimo el odio.
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