EL CAMINO DEL
GUERRERO II
¿«Voluntad de verdad» llamáis vosotros, sapientísimos, a lo que os impulsa y
os pone ardorosos?
Voluntad de volver
pensable todo lo que existe: ¡así llamo yo a vuestra voluntad!
Ante todo queréis
hacer pensable todo lo que existe: pues dudáis, con justificada
desconfianza, de que sea ya pensable.
¡Pero debe amoldarse
y plegarse a vosotros! Así lo quiere vuestra voluntad. Debe volverse liso, y
someterse al espíritu, como su espejo y su imagen reflejada.
Esa es toda vuestra
voluntad, sapientísimos, una voluntad de poder; y ello aunque habléis del
bien y del mal y de las valoraciones.
Queréis crear el
mundo ante el que podéis arrodillamos: esa es vuestra última esperanza y
vuestra última ebriedad.
Los no sabios,
ciertamente, el pueblo - son como el río sobre el que avanza flotando una
barca: y en la barca se asientan solemnes y embobadas las valoraciones.
Vuestra voluntad y
vuestros valores, los habéis colocado sobre el río del devenir: lo que es
creído por el pueblo como bueno y como malvado me revela a mí una vieja
voluntad de poder.
Habéis sido vosotros,
sapientísimos, quienes habéis colocado en esa barca a tales pasajeros y
quienes les habéis dado pompa y orgullosos nombres, - ¡vosotros y vuestra
voluntad dominadora!
Ahora el río lleva
vuestra barca: tiene que llevarla. ¡Poco importa que la ola rota eche espuma
y que colérica se oponga a la quilla!
No es el río vuestro
peligro y el término de vuestro bien y vuestro mal, sapientísimos: sino
aquella voluntad misma, la voluntad de poder, - la inexhausta y fecunda
voluntad de vida.
Mas para que vosotros
entendáis mi palabra acerca del bien y del mal: voy a deciros todavía mi
palabra acerca de la vida y acerca de la especie de todo lo viviente.
Yo he seguido las
huellas de lo vivo, he recorrido los caminos más grandes y los más pequeños,
para conocer su especie.
Con centuplicado
espejo he captado su mirada cuando tenía cerrada la boca: para que fuesen
sus ojos los que me hablasen. Y sus ojos me han hablado.
Pero en todo lugar en
que encontré seres vivientes oí hablar también de obediencia. Todo ser
viviente es un ser obediente.
Y esto es lo segundo:
Se le dan órdenes al que no sabe obedecerse a sí mismo. Así es la especie de
los vivientes.
Pero esto es lo
tercero que oí: Mandar es más difícil que obedecer. Y no sólo porque el que
manda lleva el peso de todos los que obedecen, y ese peso fácilmente lo
aplasta: -
Un ensayo y un riesgo
advertí en todo mandar; y siempre que el ser vivo manda se arriesga a sí
mismo al hacerlo.
Más aún, también
cuando se manda a sí mismo tiene que expiar su mandar. Tiene que ser juez y
vengador y víctima de su propia ley.
¡Cómo ocurre esto! me
preguntaba. ¿Qué es lo que induce a lo viviente a obedecer y a mandar y a
ejercer obediencia incluso cuando manda?
¡Escuchad, pues, mi
palabra, sapientísimos! ¡Examinad seriamente si yo me he deslizado hasta el
corazón de la vida y hasta las raíces de su corazón!
En todos los lugares
donde encontré seres vivos encontré voluntad de poder; e incluso en la
voluntad del que sirve encontré voluntad de ser señor.
A que sirva al más
fuerte, a eso persuádele al más débil su voluntad, la cual quiere ser dueña
de lo que es más débil todavía: a ese solo placer no le gusta renunciar.
¡Y así como lo más
pequeño se entrega a lo más grande, para disfrutar de placer y poder sobre
lo mínimo: así también lo máximo se entrega, y por amor al poder expone la
vida.
Esta es la entrega de
lo máximo, el ser temeridad y peligro y un juego de dados con la muerte.
Y donde hay
inmolación y servicios y miradas de amor: allí hay también voluntad de ser
señor. Por caminos tortuosos se desliza lo más débil hasta el castillo y
hasta el corazón del más poderoso - y le roba poder.
Y este misterio me ha
confiado la vida misma. «Mira, dijo, yo soy lo que tiene que superarse
siempre a sí mismo.
En verdad, vosotros
llamáis a esto voluntad de engendrar o instinto de finalidad, de algo mas
alto, más lejano, más vario: pero todo eso es una única cosa y un único
misterio.
Prefiero hundirme en
mi ocaso y renunciar a esa única cosa; y, en verdad, donde hay ocaso y caer
de hojas, mira, allí la vida se inmola a sí misma - ¡por el poder!
Pues yo tengo que ser
lucha y devenir y finalidad y contradicción de las finalidades: ¡ay, quien
adivina mi voluntad, ése adivina sin duda también por qué caminos torcidos
tengo que caminar yo!
Sea cual sea lo que
yo crea, y el modo como lo ame, - pronto tengo que ser adversario de ello y
de mi amor: así lo quiere mi voluntad.
Y también tú, hombre
del conocimiento, eras tan sólo un sendero y una huella de mi voluntad: ¡en
verdad, mi voluntad de poder camina también con los pies de tu voluntad de
verdad!
No ha dado
ciertamente en el blanco de la verdad quien disparó hacia ella la frase de
la ‘voluntad de existencia’ ¡esa voluntad no - existe!
Pues lo que no es no
puede querer; mas lo que está en la existencia, ¡cómo podría seguir
queriendo la existencia!
Sólo donde hay vida
hay también voluntad: pero no voluntad de vida, sino - así te lo enseño yo -
¡voluntad de poder!
Muchas cosas tiene el
viviente en más alto aprecio que la vida misma; peroa; en el apreciar mismo
habla - ¡la voluntad de poder!» -
Esto fue lo que en
otro tiempo me enseñó la vida: y con ello os resuelvo yo sapientísimos,
incluso el enigma de vuestro corazón.
En verdad, yo os
digo: ¡Un bien y un mal que fuesen imperecederos - no existen! Por sí mismos
deben una y otra vez superarse a sí mismos.
Con vuestros valores
y vuestras palabras del bien y del mal ejercéis violencia, valoradores: y
ése es vuestro oculto amor, y el brillo, el temblor y el desbordamiento de
vuestra propia alma.
Pero una violencia
más fuerte surge de vuestros valores, y una nueva superación: al chocar con
ella se rompen el huevo y la cáscara.
Y quien tiene que ser
un creador en el bien y en el mal: en verdad, ése tiene que ser antes un
aniquilador y quebrantar valores.
Por eso el mal sumo
forma parte de la bondad suma: mas ésta es la bondad creadora. -
Hablemos de esto,
sapientísimos, aunque sea desagradable. Callar es peor; todas las verdades
silenciadas se vuelven venenosas.
¡Y que caiga hecho
pedazos todo lo que en nuestras verdades -pueda caer hecho pedazos! ¡Hay
muchas casas que construir todavía!
*********
Un día en que
Zaratustra estaba atravesando el gran puente le rodearon los lisiados y los
mendigos, y un jorobado le habló así:
"¡Mira Zaratustra!
También el pueblo aprende de ti, y comienza a creer en tu doctrina: mas para
que acabe de creerte del todo se necesita aún una
cosa - ¡tienes que convencernos primero a nosotros los lisiados! ¡Aquí
tienes ahora una hermosa colección, y, en verdad, una ocasión que se puede
agarra por más de un pelo! Puedes curar a ciegos y hacer correr a
paralíticos; y a quien lleva demasiado sobre su espalda podrías sin duda
también quitarle un poco: - ¡este pienso yo, sería el modo idóneo de hacer
creer a los lisiados en Zaratustra!".
Mas Zaratustra
replicó así al que había hablado. "Si al jorobado se le quita su joroba se
le quita su espíritu -así enseña el pueblo. Y si al ciego se le dan sus ojos
verá demasiadas cosas malas en la tierra: de modo que maldecirá a quien le
curó. Y el que haga correr al paralítico le causa el mayor de todos los
perjuicios: pues apenas pueda correr, sus vicios, desbocados, lo arrastran
consigo - así enseña el pueblo a propósito de los lisiados. ¿Y por qué no
iba Zaratustra a aprender también del pueblo, si el pueblo aprende de
Zaratustra?
Mas, desde que estoy
entre los hombres, para mí lo de menos es ver: ‘A éste la falta un ojo, y a
aquél una oreja, y a aquél tercero la pierna y otros hay que han perdido la
lengua o la nariz o la cabeza’.
Yo veo y he visto
cosas peores, y hay algunas tan horribles que no quisiera hablar de todas, y
de otras ni aun callar quisiera: a saber, seres humanos a quienes les falta
todo, excepto una cosa de la que tienen demasiado -seres humanos que no son
más que un gran ojo, o un gran hocico, o un gran estómago, o alguna otra
cosa grande, - lisiados al revés los llamo yo.
Y cuando yo venía de
mi soledad y por vez primera atravesaba este puente: no quería dar crédito a
mis ojos, miraba y miraba una y otra vez y acabé por decir: ‘¡Esto es una
oreja!, ¡una sola oreja tan grande como un hombre!’. Miré mejor: y,
realmente, debajo de la oreja se movía aún algo que era pequeño y mísero, y
débil hasta el punto de provocar lástima. Y verdaderamente la monstruosa
oreja se asentaba sobre una pequeña varilla delgada - ¡y la varilla era un
hombre! Quien mirase con una lente podría haber reconocido aún un pequeño
rostro envidioso; y también que en la varilla se balanceaba una abultada
almita. Y el pueblo me decía que la gran oreja era no sólo u hombre, sino un
gran hombre, un genio. Mas yo jamás he creído al pueblo cuando ha hablado de
grandes hombres - y mantuve mi creencia de que era un lisiado al revés, que
tenía muy poco de todo, y demasiado de una sola cosa".
Cuando Zaratustra
hubo dicho esto al jorobado y a aquellos de quienes éste era portavoz y
abogado volvióse con profundo mal humor hacia sus discípulos y dijo:
"En verdad, amigos
míos, yo camino entre los hombres como entre fragmentos y miembros de
hombres!
Para mis ojos lo más
terrible es encontrar al hombre destrozado y esparcido como sobre un campo
de batalla y de matanza.
Y si mis ojos huyen
desde el ahora hacia el pasado: siempre encuentran lo mismo: fragmentos y
miembros y espantosos azares - ¡pero no hombres!
El ahora y el pasado
en la tierra - ¡ay!, amigos míos - son para mí lo más
insoportable; y no sabría vivir si no fuera yo además un vidente de lo que
tiene que venir.
Un vidente, un
volente, un creador, un futuro también y un puente hacia el futuro - y, ay
incluso, por así decirlo, un lisiado junto a ese puente: todo eso es
Zaratustra.
Y también vosotros os
habéis preguntado con frecuencia: ‘¿quién es para nosotros Zaratustra? ¿Cómo
le llamaremos?’ Y lo mismo que yo, vosotros os habéis dado preguntas por
respuesta.
¿Es uno que hace
promesas? ¿O uno que las cumple? ¿Un conquistador? ¿O un heredero? ¿Un
otoño? ¿O la reja de un arado? ¿Un médico? ¿O un convaleciente?
¿Es un poeta? ¿O un
hombre veraz? ¿Un libertador? ¿O un domador? ¿Un bueno? ¿O un malvado?
Yo camino entre los
hombres como entre los fragmentos del futuro: de aquel futuro que yo
contemplo.
Y todos mis
pensamientos y deseos tienden a pensar y reunir en unidad lo que es
fragmento y enigma y espantoso azar.
¡Y cómo soportaría yo
ser hombre si el hombre no fuese también poeta y adivinador de enigmas y el
redentor del azar!
Redimir a los que han
pasado, y trasformar todo ‘fue’ en un ‘así lo quise’ - ¡sólo eso sería para
mí redención!
Voluntad - así se
llama el libertador y el portador de alegría; esto es lo que yo he enseñado,
amigos míos! Y ahora aprended también esto: la voluntad misma es todavía un
prisionero.
El querer hace
libres: pero ¿cómo se llama aquello que mantiene todavía encadenado al
libertador?
‘Fue’: así se llama
el rechinar de dientes y la más solitaria tribulación de la voluntad.
Impotente contra lo que está hecho - es la voluntad un malvado espectador
para todo lo pasado.
La voluntad no puede
querer hacia atrás: el que no pueda quebrantar el tiempo ni la voracidad del
tiempo - ésa es la más solitaria tribulación de la voluntad.
El querer hace
libres: ¿qué imagina el querer mismo para liberarse de su tribulación y
burlarse de su prisión?
¡Ay, un necio hácese
todo prisionero! Neciamente se redime también a sí misma la voluntad
prisionera.
Que el tiempo no
camine hacia atrás es su secreta rabia. ‘Lo que fue, fue’ - así se llama la
piedra que ella no puede remover.
Y así ella remueve
piedras por rabia y por mal humor, y se venga en aquello que no siente,
igual que ella, rabia y mal humor.
Así la voluntad, el
libertador, se ha convertido en un causante de dolor: y en todo lo que puede
sufrir véngase de no poder ella querer hacia atrás.
Esto, sí esto solo es
la venganza misma: la aversión de la voluntad contra el tiempo
y su ‘fue’.
En verdad, una gran
necedad habita en nuestra voluntad; ¡y el que esa necedad aprendiese a tener
espíritu se ha convertido en maldición para todo lo humano!
El espíritu de la
venganza:
amigos míos, sobre esto es sobre lo que mejor han reflexionado los hombres
hasta ahora; y donde había sufrimiento, allí debía haber siempre castigo.
: amigos míos, sobre esto es sobre lo que mejor han reflexionado los hombres
hasta ahora; y donde había sufrimiento, allí debía haber siempre castigo.
‘Castigo’ se llama a
sí misma, en efecto la venganza: con una palabra embustera se finge
hipócritamente una buena conciencia.
Y como en el volente
hay el sufrimiento de no poder querer hacia atrás, - por ello el querer
mismo y toda vida debían - ¡ser castigo!
Y ahora se ha
acumulado nube tras nube sobre el espíritu: hasta que por fin la demencia
predicó: ‘¡Todo perece, por ello todo es digno de perecer!’
‘Y la justicia misma
consiste en aquella ley del tiempo según la cual éste tiene que devorar a
sus propios hijos’: así predicó la demencia.
‘Las cosas están
reguladas éticamente sobre la base del derecho y del castigo. Oh, ¿dónde
está la redención del río de las cosas y del castigo llamado ‘existencia’?
Así predicó la demencia.
‘¿Puede haber
redención si existe un derecho eterno? ¡Ay, irremovible es la piedra ‘fue’:
eternos tienen que ser también todos los castigos!’ Así predicó la demencia.
‘Ninguna acción puede
ser aniquilada: ¡cómo podría ser anulada por el castigo! Lo eterno en el
castigo llamado ‘existencia’ consiste en esto, ¡en que también la existencia
tiene que volver a ser eternamente acción y culpa!
A no ser que la
voluntad se redima al fin a sí misma y el querer se convierta en no-querer’
- : ¡pero vosotros conocéis, hermanos míos, esta canción de fábula de la
demencia!
Yo os aparte de todas
estas canciones de fábula cuando os enseñe: ‘La voluntad es un creador’.
Todo ‘fue’ es un
fragmento, un enigma, un espantoso azar - hasta que la voluntad creadora
añada: ‘¡pero yo lo quise así!’
- Hasta que la
voluntad creadora añada: ‘¡Pero yo lo quiero así! ¡Yo lo querré así!’
¿Ha hablado ya ella
de ese modo? ¿Y cuándo lo hará? ¿Se ha desuncido ya la voluntad del yugo de
su propia tontería?
¿Se ha convertido ya
la voluntad para sí misma en un libertador y en un portador de alegría? ¿Ha
olvidado el espíritu de venganza y todo rechinar de dientes?
¿Y quién le ha
enseñado a ella la reconciliación con el tiempo, y algo que es superior a
toda reconciliación?
Algo superior a toda
reconciliación tiene que querer la voluntad que es voluntad de poder - : sin
embargo, ¿cómo le ocurre esto? ¿Quién le ha enseñado incluso el querer hacia
atrás?
- En ese momento de
su discurso ocurrió que Zaratustra se detuvo de repente y semejaba del todo
alguien que estuviese aterrorizado al máximo. Con ojos horrorizados miró a
sus discípulos; sus ojos perforaban como flechas los pensamientos de éstos e
incluso los trasfondos de tales pensamientos. Mas pasado un poco de tiempo
volvió ya a reír y dijo con voz calmada:
"Es difícil vivir con
hombre, debido a que callar es tan difícil. Sobre todo para un hablador". -
Así habló Zaratustra.
El jorobado había escuchado la conversación y había cubierto su rostro al
hacerlo; mas cuando oyó reír a Zaratustra alzó los ojos rojos con curiosidad
y dijo lentamente:
"¿Por qué Zaratustra
nos habla a nosotros de modo distinto que a sus discípulos?"
Zaratustra respondió:
"¡Qué tiene de extraño! ¡Con jorobados es lícito hablar de manera jorobada!"
"Bien, dijo el
jorobado; y con discípulos es lícito charlar de manera discipular.
Mas ¿por qué
Zaratustra habla a sus discípulos de manera distinta que a si mismo?" -
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