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En Resumen.
En
realidad, la brujería que practicaron nuestros antepasados no tuvo ninguna
relación con el Diablo ni gozó de ningún poder maléfico sobrenatural. Las
brujas que realmente puedan tener tratos con el maligno, nunca saldrán a la
superficie, no lo hicieron entonces y no lo harán ahora. Pero desde luego,
esas son una minoría.
La
"caza de las brujas" se trató, simplemente, de un fenómeno sociológico
producido a raíz de la intolerancia de las autoridades de la época, que no
quisieron transigir con la pervivencia de los viejos cultos religiosos de
tipo pagano. Estas religiones fomentaban las costumbres de la libertad
social, de la igualdad, y no admitían una estructura social superior que no
fuera la de los dioses encarnados en la propia Naturaleza. Ello,
naturalmente, no fue aceptado por la nueva moral cristiana, que estructuraba
la sociedad de forma vertical y bajo premisas de intolerancia.
Sin
embargo, el cristianismo nunca acabó del todo con la práctica del viejo
culto; aunque lo exterminaron prácticamente en los países latinos, en los
anglosajones, y principalmente en Gran Bretaña, la brujería nunca murió del
todo. Además, si entendemos que el ocultismo es una forma de brujería,
podemos afirmar que ésta está presente en el mundo moderno como otra forma
más de las numerosas manifestaciones culturales tradicionales del hombre
occidental.
Si
bien parece cierta la celebración de reuniones sabáticas que tenían lugar
las noches de viernes a sábado, y que se conocieron con el nombre de
aquelarres, también lo es que, en los últimos tiempos del siglo XVII, se
renegaba del dios cristiano y se luchaba contra él, porque su actuación,
transmitida al pueblo a través de la imposición y la arrogancia, era
despótica, intolerante, injusta y cruel, y además protegía a las clases
pudientes; por ello, es lógico que durante el transcurso de estos aquelarres
surgieran algunos levantamientos contra el sistema social protegido por el
dios cristiano.
Todavía hoy, en el siglo XXI, aquellas personas que no siguen las normas
establecidas por la imperante cultura y moralidad religiosa, continúan
siendo perseguidas hasta lo que es posible, produciéndose auténticos
linchamientos morales. Hoy, la Iglesia sigue condenando oficialmente el
esoterismo.

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