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ACEPTAR A LAS
PERSONAS COMO SON
La espiritualidad es aceptaci ón
de uno mismo y de los demás, no deja lugar a intolerancias sobre uno mismo o
los otros y evita incurrir en conductas tanto idolátricas
como de menosprecio o prepotencia.
Casi todos los seres humanos
arrastramos alg ún
tipo de carencia emocional o afectiva. Como es muy difícil que una persona
haya crecido en un ambiente plenamente armónico, todos, en una edad
temprana, nos hemos sentido desvalidos, desamparados o hemos sentido no
haber recibido todo el cariño que necesitábamos. Raro es el adolescente que
ya no tiene heridas psíquicas, frustraciones, traumas o inhibiciones. Así,
en la psiquis, hay muchos “huecos” o carencias, en unas personas más que en
otras. Cuando se llega a la edad adulta, esas carencias pueden permanecer
muy activas y dar lugar a un afán compulsivo de ser considerado, querido,
atendido, aprobado y afirmado o a una gran inestabilidad emocional o
inseguridad afectiva, incluso con desprecio de uno mismo, que compensará con
actitudes de arrogancia, despotismo o vanidad. Otras personas, no asumiendo
su propia responsabilidad existencial, necesitarán someterse a los dictados
del líder o
agregarse a grupos, pues al no encontrar la propia luz, la piden, o incluso
la mendigan, en otros.
Esas carencias emocionales y
afectivas pueden conducir a la persona a alimentar toda clase de
expectativas sobre los dem ás,
que producirán gran decepción y amargura, incluso resentimiento, cuando no
sean cumplimentadas. En lugar de ver y de asumir a los demás como son y
reconocerlos en su naturaleza real, muchas personas necesitan, para
compensar sus carencias e incapaces de establecerse en su “centro”, crear
ídolos y poner su “centro” en el “centro”
de la persona idolatrada. Quien tiene esta necesidad de compensarse no ve a
los otros como son, sino como quiere o teme que sean.
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